miércoles, febrero 01, 2006

No heat

Recuerdo con absoluta claridad el día en que mi profesora de historia mundial, directora en ese entonces de la Cineteca Nacional, transmitió en estreno clandestino para los regocijados estudiantes de ciencias sociales la película Asesinos por Naturaleza, de Oliver Stone. Yo tendría unos 19 años y era entusiasta y candorosa.

Mi reacción, similar a la de la gran mayoría de mis compañeros, fue de absoluta fascinación ante la muerte y la violencia como espectáculo. Todos nos sentimos de algún modo estimulados, entusiasmados, ante la monstruosidad casi sublime del matar por matar, ante la sangre derramada que resultaba irremediablemente atractiva, ante la brillante crudeza con que los protagonistas se muestran absolutamente humanos: capaces de matar a no-importa-quién pero también de amarse uno al otro de la manera más profunda.

A mi me parece que Asesinos por Naturaleza tenía un mensaje de carácter moral: denunciar, o al menos señalar, la burda manera en la que el mass-media había convertido a la violencia y al asesinato en productos y demostrar que las personas habíamos dejado de conmocionarnos ante la presencia lejana pero inmediata del crimen como espectáculo. Eso no era ninguna novedad. Tampoco era un mensaje muy nítido, en tanto la película se convirtió en lo que criticaba: un producto compuesto básicamente de violencia, muerte, sangre y euforia, recibido con los brazos abiertos por las masas alrededor del mundo.

10 años después, un poco menos candorosa pero igual de entusiasta, voy a ver Munich, de Steven Spielberg. Más allá de sus pataletas anti semitas y de sus claras denuncias políticas que le ganarán (o le están ganando) la animadversión de judíos alrededor del mundo, el mensaje moral de Spielberg resulta claro: matar deshumaniza, matar despoja de emociones al ser humano, matar a un terrorista puede ser popular pero tiene un alto costo para el alma. La máxima de Ghandi se convierte en película: An eye for an eye will leave the world blind.

El asunto aquí es que la máxima ghandiana se repite una y otra vez a través del truco vendedor de siempre, ya usado por Stone pero también por Tarantino, Robert Rodriguez y muchos más: muerte, violencia, sangre, balazos, golpes, lágrimas, vómito, bombas. A final de cuentas eso es lo que vende. Eso es lo que yo llevo comprando desde hace un tiempo, ¿o si no porqué mi fascinación ante la impasible sonrisa de Uma Thurman y sus técnicas letales? Así, ahí estaba desde mi butaca, protegida con la luz de la pantalla, cómoda y limpiecita, cauterizada, perfectamente capaz de combinar palomitas y refresco con sangre molida, pedazos de hueso y cocteles molotov. Sí, me sobresalté con los primeros tres asesinatos y me dieron ganas de llorar cuando pensé en los atletas de Munich y lo asburdo de sus muertes. Pero después ya nada. Ni un parpadeo. Las matanzas retratadas por Spielberg eran tan ordinarias que no producían "heat". Sí, por supuesto que a lo largo de la película, al igual que la mayoría de la gente supongo, pensé que es muy importante acabar con la violencia, que la guerra es "mala" hasta para los pobrecitos soldados, que no tiene caso andar matando sin ton ni son - porque además se genera suciedad que hay que limpiar -, que por culpa de los que jalan los gatillos llegamos hasta el 11 de septiembre...muy bien evocado por cierto con dos torrecitas gemelas en un New York setentero en la escena final...

Y?? El problema (es problema?) es que parece que uno (o bueno, yo) tiene que hacer un esfuerzo para diferenciar, a nivel emocional, los asesinatos de ficción y los de a deveras...Después de ver Munich me quedo pensando en que a través de la pantalla del cine o de la tele ya no se siente mucho cuando se ve la sangre y se testifica la muerte, que toda esta violencia es tan inmediata pero tan remota porque el mass-media, bendito invento!, brinda hoy la consoladora y acalla-conciencias posibilidad de la indignación ascéptica ante la injusticia, la violencia y la guerra...

Munich, al igual que Asesinos, se convierte - tal vez irremediablemente - en el producto mismo que intenta criticar. No heat at all, moralidad maniquea exudada hasta por los poros, statements políticos, un intento por señalar la complejidad del alma humana (qué novedad!) y sobre todo, buenas ventas, controversia publicitaria para el percudido director y posiblemente, claro! un Academy Award...

1 Comments:

At 12:02 a.m., Anonymous Anónimo said...

vayan a ver "el paraíso ahora". talvez sea lo opuesto de lo que tú describes... una película sobre el medio oriente sin violencia, solo una gotita de sangre escurriendo por la nariz de un amigo. una obra minimalista. un conducto para atravesar la mente de un terrorista suicida.

 

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